Este fin de semana han tenido lugar unos graves sucesos racistas en Charlottesville (Virginia), relacionados con una marcha de grupos de supremacistas blancos. Las tibias declaraciones que ha empleado el presidente de Estados Unidos para condenar estos hechos, que ya cuentan con víctimas mortales, ha provocado una auténtica cascada de críticas.
Trump habló de la “violencia de todas las partes” para referirse a estos acontecimientos y evitó citar el racismo o el nazismo. Por su parte, el alcalde de Charlottesville, el demócrata Mike Signer, ha reaccionado acusando al presidente de incitar a los violentos y la Casa Blanca se vio obligada a aclarar que las palabras de Trump incluyen a racistas.
Toda esta situación ha colocado a Donald Trump en una situación incómoda. El alcalde Signer acusó claramente al presidente de alentar a los grupos racistas durante toda su campaña electoral. Tanto la oposición como miembros de su propio partido han pedido a Trump que llame a las cosas por su nombre, ya que los crímenes de este fin de semana han sido actos terroristas por parte de supremacistas blancos. Puro terrorismo racista.
Lo cierto es que Trump se dejó querer durante la campaña electoral sin rechazar el apoyo de estos grupos racistas y supremacistas y son condenar abiertamente sus ideas, asegurando no estar al tanto o desconocer sus andanzas.
Los supremacistas protestaban contra una decisión del ayuntamiento de dicha localidad, que ha decidido retirar una estatua del General Lee, el alto mandatario del Ejercito Confederado. Mientras que unos consideran su figura un homenaje al pasado esclavista que hay que corregir y evitar, otros consideran que es una pieza histórica que se debe respetar. La disputa pone de manifiesto que siguen abiertas las viejas heridas entre blancos y negros, que por otro lado siguen separados por grandes barreras socioeconómicas.
Heather Hayer, una mujer blanca de 32 años, resultó muerta durante los disturbios, atropellada por un coche que los supremacistas lanzaron contra los manifestantes antifascistas. El FBI ha iniciado la investigación del caso.
Las imágenes que pudieron verse el viernes mostraban a hombres blancos portando antorchas, como en los peores tiempos del Ku Klux Klan. La escalada racista empieza a ser preocupante en Estados Unidos. Charlottesville ya ha vivido otras noches con antorchas y ha sufrido concentraciones de extremistas y en el pasado mes de mayo alguien dejó una soga en la sala dedicada a la segregación racial de los negros del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana de Washington. La soga fue uno de los métodos que los supremacistas blancos utilizaron para ejecutar a los negros en Estados Unidos.