Después de la denomina Marcha de la Justicia que le llevado a recorrer más de 400 kilómetros, Kemal Kiliçdaroglu, líder de la oposición turca y presidente del partido socialdemócrata CHP, anunció en Estambul que las movilizaciones masivas van a continuar.
Kiliçdaroglu ha recorrido todo este trayecto de protesta contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, desde la capital Ankara hasta el lugar donde se encuentra encarcelado su compañero de filas Enis Berberoglu, condenado a una pena de 25 años por filtrar a la prensa un vídeo que incrimina al gobierno en el envío ilegal de armas a los rebeldes sirios.
Esta movilización contra el gobierno ha sido la más importante en las calles de Turquía desde la revuelta de Gezi (2013). Los manifestantes protestan una vez más contra los islamistas que gobiernan este país desde hace ya treinta años.
La Marcha de la Justicia que culminó en Estambul con un mitin del líder de la oposición denuncia precisamente la falta de justicia en Turquía, las purgas y las maniobras políticas poco democráticas, la situación de los diputados que se encuentran presos, también los periodistas que están en el mismo caso (se exige la liberación de más de 150 periodistas encarcelados), profesores y académicos sancionados y despedidos… En definitiva quiere poner en evidencia el hecho de que la justicia en este país se encuentra en manos del poder ejecutivo y revertir esta situación.
Cientos de miles de manifestantes llegados desde diferentes lugares del país, con banderas de Turquía y banderines con la palabra “Justicia”, se han unido a la marcha y han seguido la intervención de Kiliçdaroglu. En su mayoría eran componentes de la clase media laica turca, aunque también había representantes de todos los sectores sociales y profesionales. Una clase media que ha crecido durante los años de bonanza económica que ha supuesto el gobierno Erdogan pero que ha visto amenazado su estilo de vida y sus costumbres por los gobiernos islamistas.
La conversión de escuelas públicas, modificaciones en los contenidos del currículo educativo, como la retirada del estudio de la Teoría de la evolución o la subida de número de horas de la asignatura de Religión equiparadas a la de Biología, las restricciones al consumo de alcohol… son algunos ejemplos destacados de la política del gobierno turco. Todo se ve alcanzado por una impronta religiosa islamista con la que el gobierno trata de impregnar la vida de sus ciudadanos y con la que muchos no están en absoluto de acuerdo. La Turquía laica está alarmada ante las constantes imposiciones derivadas de la política del Ejecutivo islamista. Por eso se suceden las protestas que piden que se preserve un sistema parlamentario y democrático que respete la separación de poderes.