Científicos estadounidenses han resuelto el misterio de las piedras que se mueven solas en el lago seco conocido como Valle de la Muerte, en California.
A comienzos de los años 40 se descubrió que cientos de rocas, algunas de ellas de hasta 320 kilogramos, dejaban tras de sí un rastro de movimiento, dando la sensación de que la roca se hubiera desplazado reptando. El desplazamiento como tal nunca pudo ser confirmado, ya que hasta ahora nadie había podido ver en directo que es lo que provocaba estos rastros.
Para dar respuesta al enigma los expertos decidieron instalar una estación meteorológica de alta resolución capaz de medir ráfagas a intervalos de un segundo y montando unidades GPS activadas por movimiento a medida.
Ralph Lorenz, de la Universidad de California, reconoció en su momento que se trataba «del trabajo más aburrido de todos», pues tenían que esperar a que algo sucediera.
Tras dos años de investigación la respuesta la encontraron al descubrir que la playa estaba cubierta con un estanque de agua de siete centímetros de profundidad.
Las observaciones demostraron que para que las rocas entren en movimiento se necesita de una combinación rara de eventos. En primer lugar, que el lago se llene de agua y esté a una altura lo suficientemente profunda como para formar hielo durante las frías noches de invierno, pero a su vez lo suficientemente poco profunda como para no bloquear las rocas.
De esta forma el estanque se congela para formar delgadas láminas de hielo que permiten el deslizamiento de las rocas, aunque deben ser lo suficientemente gruesas como para mantener la fuerza. Con el sol el hielo se derrite y forma grandes paneles de hielo que los vientos impulsan a través de la explanada, empujando las rocas y dejando rastros en el barro blando.
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