Que el planeta sufre no es algo desconocido, que lo acepten los responsables diplomáticos de cada país sí es novedoso. El pasado sábado 12 de diciembre de 2015, 200 países se reunieron en la Cumbre del Clima para firmar un pacto que ya se considera histórico. El objetivo de los compromisos adoptados está en conseguir que la temperatura del planeta consiga estar todo lo por debajo que sea posible de los 2 grados centígrados respecto a los niveles industriales y, en la medida que sea algo realizable, también se intentará que no supere los 1,5 grados.
Este Acuerdo de París pone de manifiesto lo perjudicado que está el planeta a consecuencia de las emisiones y la contaminación, algo que ha sido sufrido de cerca por ciudadanos chinos que están viendo como la alerta roja por contaminación ya deja de ser cosa de ciencia ficción. Alumnos que no pueden salir de la escuela o de casa, vehículos a los que se les prohíbe circular y mascarilla para evitar una entrada de aire demasiado contaminante al respirar, son algunas de las medidas que se espera no tener que adoptar en ningún otro país.
El pacto afecta tanto a los países desarrollados como también a los que están en desarrollo, a los que se espera que una vez toquen techo en el nivel de emisiones, puedan ir reduciéndolo paulatinamente.
Cada país que haya firmado el Acuerdo de París se compromete a luchar contra el cambio climático y cada 5 años renovar y, a ser posible, incrementar su compromiso en base a su contribución. Se pone además encima de la mesa la posibilidad de compra de emisiones a aquellos países que tengan margen, con el fin de alcanzar el objetivo a nivel nacional, sin que por ello la economía se resienta considerablemente. Entre las medidas, los países desarrollados se comprometen a ayudar a los que están en desarrollo para adaptarse a las normas acordadas en el Pacto de París.
Pese a que existirá un comité encargado de supervisar a cada país, no se ha establecido una política de sanciones. Todos quieren creer en la buena voluntad de los países que han firmado el pacto, pero es necesaria una supervisión de que todo se cumple tal y como se promete, para así establecer objetivos realistas.
La meta final del Pacto de París está en un planeta con emisiones cero. No se trata de un entorno de utopía sino simplemente de un nivel de emisiones que no supere al que la Naturaleza es capaz de asimilar sin suponer un deterioro.
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