“Del trazo al píxel. Más de 100 años de animación española” es el título del ciclo de exposiciones que programa el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) entre los días 7 y 15 de septiembre. Serán 8 sesiones comisariadas por Carolina López, de Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, dedicadas a la animación audiovisual española.
Para empezar los neoyorquinos podrán disfrutar con el filme español “Garbancito de la Mancha” (1945), de Arturo Moreno, que en su día tuvo un gran éxito de taquilla. Fue la primera película de animación rodada en color fuera de Estados Unidos, en aquellos tiempos una gran superproducción que costó 4 millones pesetas de la época. Según algunos críticos, esta película tiene escenas a la altura de las mejores de Walt Disney.
El ciclo destaca la gran calidad de los cortos de animación española que se producían en aquellos años y que se exhibían en los cines, justo antes de los largometrajes hasta la irrupción del NODO en el años 1943. A partir de ese momento perdió sentido producirlos. Pero lo cierto es que estas producciones destacaban tanto por su calidad artística como por su contenido. Fueron piezas creadas por historietistas de revistas satíricas que dieron el salto a la gran pantalla.
En este ciclo se proyectarán títulos en su mayoría desconocidos incluso para el público español, como “El fakir González buscador de oro” (1942), de Joaquim Muntañola o “El cascabel de Zapirón” (1943), del creador del Zipi y Zape, Josep Escobar.
Incluye también el primer film animado español, “La araña de oro” (1908), una producción francesa llevada a cabo por el cineasta aragonés precursor de cine mudo Segundo de Chomón, al que frecuentemente se ha comparado con Méliès, por su gran creatividad y conocimiento técnico.
Más reciente, del año 1966, es “El mago de los sueños”, el largometraje de la familia Telerín, aquella familia que nos cantaba todas las noches a los niños españoles el famoso “Vamos a la cama” y que es una de las imágenes más recordadas de la televisión española.
Pero no todas son obras del pasado: también hay espacio para proyectos realizados en el siglo XXI, un periodo que muchos consideran la edad de oro de la animación española, como el premiado “Alma” (2009), de Rodrigo Blaas.
Este ciclo ya se vio en Barcelona y también lo pudo disfrutar el público del festival de Annecy (Francia), donde fue premiado.
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