Los expertos aseguran que llegan nuevos tiempos de medidas que blindarán la protección social para asegurar que no se resquebraje su cohesión. La inteligencia artificial y la robotización se han llevado por delante numerosos puestos de trabajo y nuestra sociedad es cada vez menor equitativa.
En los últimos tiempos se ha hablado mucho sobre la posibilidad de implantar una renta básica universal (RBU), una renta mínima que recibiría cualquier persona solo por existir. En países y ciudades tan dispares como Finlandia, Ontario (Canadá), Stockton (California), Barcelona, Kenia, Escocia, Utrecht (Holanda), Reino Unido, Italia e India, se han iniciado ya o se prepara la puesta en marcha de diferentes programas piloto de renta básica universal.
Hay que tener en cuenta que en varios países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), entre los que se incluye España, solo una de cada cuatro personas que buscan empleo recibe algún tipo de ayuda.
Branko Milanović, economista y profesor en la Escuela de Políticas Públicas de la Universidad de Maryland, asegura que “la renta básica universal puede ser un instrumento útil para paliar la desigualdad, pero no es el definitivo. Para introducir un elemento como este haría falta cambiar el mecanismo de protección social. Habría que cambiar la filosofía para que se entendiera como una consecuencia de la voluntad de la propia ciudadanía.
¿Cómo podría financiarse esta medida? Varias de las iniciativas en marcha se basan en una especie de impuestos a la inequidad. Por ejemplo, el Estado de Oregón ha impuesto una tasa a las empresas que pagan a sus consejeros delegados un sueldo 100 veces mayor que el de sus trabajadores. Dicha tasa se destinaría a pagar esa renta básica.
Anthony Painter, director de investigación de la Royal Society of Arts (RSA), asegura que un instrumento de este tipo sería factible en Reino Unido si se gravaran las transacciones de las grandes compañías tecnológicas.
No obstante, el debate tiene partidarios entusiastas y encendidos detractores, y se sopesan ventajas e inconvenientes. Sin embargo, hace tan solo unos años, cuando se empezó a hablar de esta posible medida, parecía poco menos que una locura insostenible. En estos momentos el debate está encima de la mesa, con más vigor que nunca.
Una renta básica bien planteada daría oxígeno a los sectores más desfavorecidos, haría a los ciudadanos más independientes y tendrían más capacidad tanto para asociarse y emprender proyectos que podrían significar un beneficio para nuestra sociedad.
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