Ni una película de terror podría transmitir más pánico a los pasajeros del vuelo de Aer Lingus Lisboa-Dublín como el sufrido durante la tarde del 19 de octubre. A mitad del viaje, un joven de 24 años y nacionalidad brasileña comenzó a sufrir fuertes convulsiones y a mostrar un comportamiento agresivo.
Algunos de los viajeros intentaron inmovilizar al joven cuando se levantó de forma muy nerviosa para ir al baño y lo trasladaron a la parte trasera del avión. La agresividad mostrada por este pasajero le llevó a pelear con todos los que intentaban ayudarle, hasta que incluso llegó a morder violentamente a uno de ellos.
Finalmente, el pasajero terminó desmayándose ante los presentes y al cabo de un rato murió sin que se pudiese hacer nada por salvar su vida, pese a que un médico y unas enfermeras que viajaban en el avión se prestaron a intentar ayudarle e incluso intentaron su reanimación. La investigación preliminar sugería que había muerto por una crisis nerviosa.
El capitán del vuelo consideró dada la situación realizar un aterrizaje de emergencia en base al concepto de “urgencia médica” en el aeropuerto de Cork (Sur de Irlanda) hacia las 17:00 horas.
Allí permanecieron todos los pasajeros (unos 170 en total) durante aproximadamente 2 horas siendo interrogados por la policía en torno a lo sucedido, para luego proseguir el viaje hacia el destino original en Dublín, aunque tuvieron que hacerlo en autobús. Sin embargo, no todos ellos salieron de Cork.
Además del fallecido, también la persona que fue herida en el cuello tuvo que quedarse para ingresar hospitalizada con el fin de que pudieran curarle las heridas. Y, con ellos, una mujer de unos 40 años y de nacionalidad portuguesa también se quedó sin proseguir el viaje.
La razón de no poder seguir hasta Dublín se basa en que la policía sospechaba que conocía al fallecido. Cuando se buscó entre las pertenencias del joven brasileño, encontraron un polvo blanco esparcido que podría tratarse de algún tipo de droga. La investigación posterior ha confirmado que el fallecido contenía en su estómago 80 bolas que acumulaban 800 gramos de cocaína. Una de estas bolsas podría haberse abierto, causando el efecto de nerviosismo inicial, más tarde las convulsiones y finalmente la muerte.
Cuando se investigó más concienzudamente a la mujer portuguesa, se le encontró 1,8 Kg. de anfetaminas escondido entre su equipaje. La mujer fue entonces detenida por presunto tráfico de anfetaminas. Con todo, sigue sin demostrarse de momento la relación entre ambos pasajeros, por lo que la policía no ha dictaminado si su detención ha sido por relación con el fallecido o fruto del azar, que ha motivado un registro más pormenorizado de las maletas de todos los viajeros.
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