Bruselas ha presentado su Libro Blanco sobre la futura UE. En esta guía llama la atención el ejercicio de autocrítica que hace este organismo al reconocer no haber hecho una buena gestión de la crisis que ha convulsionado el panorama.
Este hecho inusual por parte de la Comisión parece haberse propiciado por los graves acontecimientos sucedidos recientemente: el Brexit, la corrupción y la incertidumbre política que ha traído el auge de la extrema derecha.
El texto concluye que la crisis ha puesto a prueba a la Unión Europea, el mayor mercado común del mundo, y, aunque ésta ha demostrado una enorme resistencia, pero no ha sido capaz de cumplir las expectativas ante la peor crisis financiera, económica y social después de la segunda Guerra Mundial. Uno de los datos más llamativos de este libro blanco es que por primera vez desde el término de la guerra corremos el riesgo de que haya una generación que viva peor de lo que lo hicieron sus padres.
El documento también asegura que la máxima prioridad de la Unión Europea es la recuperación de esta crisis que se ha distribuido mal al entre la sociedad y las regiones. Es urgente para este organismo la solución del desempleo y de la deuda y aplacar el malestar de los ciudadanos. Transcurridos 10 años del inicio de la crisis, en Europa no se han recuperado la renta per cápita ni las cifras de paro previas a su estallido.
El Libro Blanco advierte de que, a pesar de su papel de liderazgo en algunas cuestiones y de la importancia del euro (segunda moneda más usada del mundo), Europa se enfrenta a numerosos problemas y su papel en el mundo se está reduciendo.
Otro dato revelador que recoge este documento es que, a pesar de que la Unión Europea como institución sigue tenido apoyo, éste se ha reducido. Mientras que hace 10 años uno de cada dos europeos la apoyaban, ahora solo lo hace un tercio de los ciudadanos.
El análisis que hace este Libro Blanco sobre la futura UE es poco menos que demoledor. Su incómoda sinceridad actual contrasta con otros tiempos caracterizados más bien por la complacencia en sus análisis. No obstante, la comisión se queja de que los estados tienden a culpar a la Unión Europea de los fracasos y adjudicarse los éxitos. También se encuentra preocupada por cierta imagen de desunión que se ha dado una y otra vez durante la crisis y que ha afectado a la ciudadanía y su percepción de la institución.
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