El águila perdicera, una de las grandes rapaces ibéricas, sigue teniendo una tendencia claramente desfavorable. De hecho, este animal está próximo a su desaparición en zonas de Castilla y León, País Vasco, Navarra, Madrid, La Rioja y Aragón.
Solo en Castellón el número de parejas reproductoras descendió un 25% entre el año 2002 y 2014, según un estudio realizado desde la Universidad de Alicante.
La reducción en el número de esta especie, no solo en Castellón sino en todos los territorios, se debe principalmente a la electrocución en pequeños tendidos -de baja y media tensión-, pues los grandes no suponen tanto problema. Otros factores que explican este declive en la especie son la persecución directa, la disminución del número de presas, la pérdida de hábitats y causas derivadas de la actividad del hombre.
También hay regiones en las que el número de águilas perdiceras se mantiene, como es el caso de Alicante, Murcia o Andalucía. Cataluña fue una de las comunidades que registró una mayor bajada, pero parece que ahora la cifras comienzan a remontar. Sin embargo, lo que parece claro es que la tendencia en las comunidades del interior de la península es claramente negativa.
En las zonas del Mediterráneo es donde la especie tiene mejores opciones. No obstante, en las amplias zonas del interior y norte de la península la situación es desfavorable. Además, a esta ave le cuesta colonizar nuevos territorios, prefiriendo ocupar las mismas zonas que sus congéneres.
La mayoría de las regiones disponen de ayudas económicas para ayudar a la conservación de la especie. No es el caso de la Comunidad Valenciana, cuya administración no cuenta con ningún plan de conservación aprobado, como si lo tienen otras especies.
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