Si los años 60 fueron denominados los del baby boom, la segunda década del s. XXI bien podría ser definida como la del death boom, debido al preocupante descenso de la natalidad en nuestro país. Aunque se trata de contextos socioculturales distintos, es un hecho muy llamativo.
En aquellos tiempos no existía la planificación familiar ni los métodos anticonceptivos, existía una mayor tasa de mortalidad infantil y el campo exigía una mano de obra que llegaba gracias a los hijos. Hoy en día no se dan todas estas características.
Pero los datos son los datos. De acuerdo con los proporcionados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) a lo largo del primer semestre de 2018 tan solo se registraron 179.794 nacimientos, la cifra más baja registrada en nuestro país desde el año 1941. Respecto a 2017 se produjo un descenso del 5,8%.
La tasa de fecundidad española se encuentra entre las más bajas del mundo.
Los expertos aseguran que no ha habido tan pocos nacimientos de madres españolas en nuestro país desde el S. XVII.
Por otro lado, la edad media de maternidad ha superado por primera vez la barrera de los 32 años, hecho que sucedió ya en 2017.
Por otra parte, en la primera mitad de 2018 las defunciones aumentaron un 2,1%. Por cuarto año consecutivo en crecimiento vegetativo fue negativo en nuestro país.
Entre los años 1997 y 2007 se produjo un aumento de la natalidad derivado de la etapa de bonanza económica que atravesó el país.
Los expertos aseguran que nuestra sociedad ha convertido a los niños en una especie de bien de lujo. Las familias difícilmente pueden permitirse tener un hijo o como mucho dos. Tampoco pueden animarse a tenerlos antes de alcanzar cierta solvencia económica, algo que muchas veces resulta imposible por la elevada precariedad laboral. De esta forma se acaba retrasando la edad en la que las mujeres se deciden a ser madres.
Actualmente, los niños llegan tras una concienzuda planificación, lo que hace que descienda el número de nacimientos. Las parejas son cada vez más conscientes de la responsabilidad que supone la paternidad y desean ofrecer una calidad de vida óptima a sus hijos, otro cambio de mentalidad que frena la natalidad.
Hoy en día los hijos tienen un coste elevado, tanto en el plano económico como en el profesional y personal, exigen mucha dedicación. La solución quizá podría llegar si se tomaran medidas sociales al respecto que permitieran asumir la maternidad y paternidad de una forma más relajada.
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